El sabor del encuentro

El sábado decidí salir. El destino habitual: la Balcarce, Beelzebul.
Afuera: el calor, la gente, la promo de Cerveza Salta. Adentro: un ambiente copado, música en vivo, la promo de Cerveza Salta y buena comida.
Mi idea era diversión sana y tranquila. Llegué temprano, tipo 1, y subí al “VIP” a comer una rica pizza y disfrutar la banda desde una buena ubicación. Después de un rato descubrí que en la barra, rodeado de chicas lindas y buenos tragos (la vida de una estrella de rock), estaba mi buen amigo Luis Alderete y otros conocidos. En lo que bajaba a saludarlo veo que entra la otra mitad, Guillermo Ramos –nunca mal acompañado. En ese momento algo me dijo que lo que iba a pasar sería digno de ser fotografiado, así que decidí quedarme.
Por la manera en que consumía el grupo, me resulta extraño no haber encontrado al menos una de las salas de juegos en las tapitas de cerveza.
La noche siguió el rumbo predecible: la gente mayor se fue temprano, los que estaban solos encontraron compañía, los que estaban aburridos cambiaron la cara y yo… pfff…
Evidentemente se hicieron cosas merecedoras de una fotografía (alguna mano en off side por ejemplo), también se dijeron palabras dignas de ser recordadas (“tengo una mala noticia, no fue de casualidad” o “yo nunca fui a bailar a La Rosa”) pero a esa altura de la noche yo no podría haber hecho foco con la cámara y, menos aún, encontrado en el menú la opción “grabación de voz”. Sin embargo algo quedó en la vidriera.
La moraleja coincide con algo que escuché por ahí: “hay códigos que entienden sólo los que están adentro” (…y esta vez a mi cámara la dejaron afuera).