Víctima de soledad.

"No conozco a nadie, y todos saben de mí" (Charly García - "Fantasy" , 1989)

Charly García no se merece el trato que está recibiendo. Y no me refiero al trato que le están dando los médicos de la clínica donde está internado desde el lunes, sino que estoy hablando de los medios. De los medios que todo el tiempo utilizan la lamentable situación que atravieza para alimentar su saciedad de rating a cualquier costo. De otra forma no se explica que ciertos medios (que no voy a nombrar porque no creo que merezcan difusión por hacer lo que hacen) suban a sus ediciones digitales (o transmitan "en exclusiva") el video de un imbécil morboso que no tenía nada más que hacer que filmar con su teléfono celular el momento en que trasladaban a Charly a la clínica. Una filmación que no vi, ni pienso ver. No me interesa ver a nadie en una situación semejante. No es necesario. No le hace falta a nadie, ni a la gente (que no tiene por qué interesarse en ese tipo de cosas) ni a los medios. Prefiero quedarme con la música, que es lo que Charly nos brindó siempre, a veces mejor, a veces no tanto; siempre honesta, y por eso, siempre indestructible.
El rock argentino le debe demasiado a Charly García. Hace ya varios años que parece estar de moda hablar mal de él. Algo en lo que caen algunos pseudo artistas que la van de modernos y superados y que no saben trascender de otra manera que hablando mal de un tipo como Charly. Un tipo que durante toda (t-o-d-a) su carrera demostró ir más allá y no quedarse nunca en el molde: disolvió Sui Generis en el momento más alto de su popularidad para darle forma a sus ideas de rock progresivo de la mano de La Máquina de Hacer Pájaros. Sólo dos años después se unió a David Lebón para formar los (hasta ahora) llamados Beatles argentos: Seru Giran. Cuando Seru se disolvió, comenzó su carrera solista y con ella la mejor etapa de su carrera. Los tres discos que inician la discografía del Charly solista fueron, son y van a seguir siendo fundamentales para cualquier discoteca que se precie de completa. Y aun teniendo esos tres discos, es necesario volver una y otra vez a "Parte de la religión", a "Filosofía barata y zapatos de goma", entre otros. Discos que son el sueño húmedo e imposible de casi cualquier banda de rock de ésta década.
El García supuestamente bardero, intratable e inaccesible de los 90 es otra puerta (más difícil, es cierto) a su obra. "La hija de la Lágrima" o "Say No More" son discos que resultan imprescindibles para entenderlo a Charly hoy. Ese Charly que se cagó en las formas convencionales de grabación de un disco para empezar a experimentar sobre sus canciones y convertir su vida entera en parte de la obra. El famoso "Constant Concept" ("concepto constante").

Si bien es cierto que el principal culpable de su estado actual es él mismo, nosotros (y me refiero al público, a los periodistas, a los músicos y a cualquiera) no tenemos ningún derecho a tratarlo mal. A Charly García hay que respetarlo. Porque fue él, a través de sus letras que educó a más de uno. "Las letras de rock educan", dijo una vez Pettinato. "Una canción no cambia el mundo, pero sí puede cambiar mi mundo", tiró al pasar el Indio Solari en más de una entrevista. La música de Charly García es el mejor ejemplo de que a esas dos frases no hay con qué darles.

Por Federico Anzardi.