Los Sueños, sueños son (y a veces son un asco)

Hace unos días tuve un sueño, un mal intencionado sueño. No pensaba contárselo a nadie (como bien saben, no suelo relatar asuntos de mi vida privada en la radio), mucho menos lo iba a hacer en el blog, pero fue tanta la insistencia que finalmente accedí.
No me acuerdo todos los detalles; recuerdo que corría desesperado a mi casa tras comprar un dvd de "Stan y Ollie. El Gordo y el Flaco" -una joya del cine mudo-, cuando llegaba sólo había penumbras, únicamente la pantalla del TV estaba encendida con un dibujo azul y una inscripción que decía: "Insert Disc".
Mi camino hacia el DVD era larguísimo, realmente había una distancia enorme (tengan en cuenta que en los sueños uno se hace problema hasta para subir un escalón), la tele me chupaba y yo, indefenso ante la fuerza hipnótica, no hacía más que poner el disco y apretar PLAY.
Ahí todo comenzó a distorsionarse. Un chasco.
Sentía un constante déjà vu rarísimo: miraba la tele y veía que el Flaco era otro, y que el Gordo era más -mucho más- gordo. Todo se me mezclaba, el movimiento de cámara era innecesario, me mareaba, encima había una maldita voz en off como la de "Intrusos en el espectáculo" que los presentaba, aahhh!!... imposible de tolerar. Mis deditos, todos, insistían con el STOP pero nada, el video seguía y yo no podía sacar mi mirada de las carpetas A4 que se achicaban al acercarse al cuerpo del Gordo Tony. (Algo curioso del sueño es que el Flaco me traía el recuerdo de un pibe que trabajaba con Teto Medina cuando este loser estaba en Salta.) Y la escenografía? No, eso sí que era una lágrima... qué digo una, todas! Era demasiado pequeña, una pared de telgopor que se fruncía cada vez que se acercaba el gordito simpaticón.
En síntesis, fue raro el sueño, más aún cuando me pareció escuchar la presentación de una nota exclusiva al pelado Cordera tras su visita a Salta, ahí dije: “no, esto es demasiado!”

Chicos no quiero sonar cargoso, tampoco quiero hacerles perder el tiempo pero los invito a clickear en PLAY y van a ver que lo que digo es cierto.

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Por Guillermo Ramos